Arte y basura
Arte y basura, la paradoja más bella. Diez creadores que reviven objetos abandonados en maravillas plásticas y visuales
Arqueología urbana
Del volcán de gustos (arqueología, biología y "cosas antiguas con historia") de Miquel Aparici brotó la vocación de hacer esculturas reutilizando objetos olvidados. Aunque lo de la recolección urbana de cachivaches le viene de muy pequeño: "De niño me paseaba con un imán por la calle para ver que atrapaba", cuenta el artista. "Ahora me emociona igual buscar y encontrar tesoros que la propia construcción de la obra". La última creación de Aparici, también director de arte de 'El Jueves', es un gorila a tamaño natural relleno de bolas de pilates. Pero su trabajo se condensa en los majestuosos animales metálicos que ensambla, como el rinoceronte de la imagen. Como amante de los materiales únicos, a Aparici le emocionan los hallazgos afortunados. Y no maquilla sus capturas. "Intento conservar las piezas que encuentro como están, no disimular las muescas que tengan. Preservar la belleza de lo vivido, de lo usado. Es un amor por los objetos que contienen historias".
MANU DACOSTA
La artista que rescató plástico del Támesis
La obra de la imagen es 'Bellyful of plastic' (Vientre lleno de plástico), y representa a siete eperlanos, un pez que nada en el londinense Támesis, fabricados con restos de lo que ingieren en el fondo del río: botellas de plástico, bastoncillos de algodón, chanclas, pelotas de tenis, mecheros. Basura que, de la mano la artista inglesa Michelle Reader, se convirtió en metáfora ambiental y enarboló una campaña de la autoridad portuaria de Londres por un Támesis más limpio. "Las historias detrás de esos objetos les dan el potencial significado. Por ejemplo, una máscara de gas, además de parecerse a la cara de una abeja, también es un comentario sobre los productos químicos que a amenazan estas poblaciones", enumera Reader. Otra de sus obras más famosas es 'Seven wasted men', siete miembros de una familia construidos con su basura de un mes. "Mi trabajo también involucra a las personas de una manera positiva y los alienta a considerar cómo las cosas que normalmente tirarían pueden ser reutilizadas creativamente", apunta.
MICHELLE READER
El señor de las sombras
En los sesenta, Diet Wiegman se topó con un pájaro de porcelana roto en la calle. El sol se reflejaba en la pieza y proyectaba una sombra de lo que parecía ser un gato. "El pájaro creo su propio destino, fue desgarrado por el gato", recuerda Wiegman. Desde entonces, el artista holandés comenzó a experimentar con las sombras y a trabajar con materiales descartados, vidrios, metales. De ahí surgieron sus llamadas esculturas de luz, figuras cuyas tinieblas esbozan una imagen diferente a la de la pieza corpórea. "Pinto con sombra como un pintor pintaría en el lienzo hasta formar la imagen deseada", explica, y añade: "No solo una imagen, sino algo que se ajuste al concepto que hay detrás". Como ejemplo, la obra de la fotografía, 'Atlas off balance': "Atlas pierde el equilibrio mientras sujeta el mundo sobre sus hombros, que está hecho de dinero", ilustra. "Casualmente, la escultura es de un año antes de la crisis financiera". El trabajo de Wiegman, uno de los artistas holandeses contemporáneos más renombrados, ha compartido galería con creadores como Jean-Michel Basquiat o Piero Manzoni.
DIET WIEGMAN
Robots pacíficos contra la obsolescencia
Una resistencia poética al consumo desmesurado. Así entiende el artista francés Bruno Lefèvre-Brauer su trabajo, que no es otro que reciclar materiales industriales y convertirlos, "sublimarlos", como dice él, en un ejército pacífico de robots que lucha contra la obsolescencia. "Mi trabajo artístico refleja mi preocupación por el planeta. Este es mi medio de expresión, mi deseo de mostrar que los objetos que desechamos pueden acabar en galerías y tocar el corazón de la gente que ama el arte”, sostiene Brauer, cuyas seres, más semejantes a humildes Wall-E que a droides aniquiladores, conforman la serie 'Viva la roboluciòn!', expuesta en espacios artísticos de toda Europa. Su obra ha resultado, sin querer, didáctica: "Cuando los niños miran alucinados a los robots, les encanta saber cómo fueron construidos y el tema del reciclaje sale de manera natural".
Bruno Lefèvre-Brauer
Colosos de chatarra
Los animales de chatarra de Artur Bordalo, 'Bordalo II', observan desde las calles a ciudadanos de todo el mundo. Habitan encaramados a edificios y emparedados en tapias, y desde allí recuerdan a los paseantes que el mundo no es infinito y que su salud pasa, entre otras cosas, por reciclar más y mejor. "Crear algo bonito a partir de basura no es mi objetivo final. Quiero que mis intervenciones sean un puente entre el espectador y el mensaje. Que hagan que la gente se pare y mire para después pensar qué hay detrás", reflexiona el artista portugués. Lo que hay detrás de sus desfiguradas criaturas, a la vez seres tiernos en ciudades deshumanizadas, es una advertencia: "Estamos hablando de que nuestra actual forma de vivir no es sostenible. De los efectos que eso tendrá en la tierra, la naturaleza y los animales".
BORDALO II
¿Cuánto valen las teorías?
De una reflexión sobre la teoría de Darwin nació la obra 'El origen de las especies' del español Rodrigo Romero, una escultura enigmática a base de madera, cartón de sacos de escayola, plástico, tuberías e incluso una boca de incendios de aluminio. "El uso de estos materiales viene por una preocupación por el agotamiento de los recursos", explica Romero, reciente ganador de la sexta edición del concurso EscombrArte, organizado por el centro de reciclaje segoviano AR Los Huertos. La escultura plantea una confrontación: "La teoría de Darwin es irrefutable en el campo científico, pero en otros ámbitos es rechazada", entiende el artista, que extiende esa controversia al tiempo actual: "Al final, cada sociedad y cada individuo decide qué teorías le valen y cuáles no, y qué materiales tienen valor y cuándo ha llegado la hora de tirarlos".
RODRIGO ROMERO
Ovejas, teléfonos y metafísica
Ovejas hechas de teléfonos añejos que interpelan cuestiones metafísicas mientras emiten balidos que suenan a ring-ring. Todo eso pasó por la mente del artista francés Jean-Luc Cornec mientras fabricaba su instalación-rebaño 'TribuT', una obra construida con las tripas de viejos teléfonos y otras piezas en desuso. "Mi trabajo es reinterpretar los objetos que conocemos", señala el artista: "A primera vista los teléfonos no tienen nada que ver con la cabeza de una oveja. No puedo explicar cómo me vino esa asociación, pero la combinación de teléfonos, cables como si fueran lana y auriculares como si fueran pies me funcionaba". Cuenta Cornec que con el nacimiento de la oveja Dolly, el primer animal clonado, su obra pasó a cuestionar el concepto de lo original y lo copiado. "Y después, cuando descubrí que 'Blade Runner' estaba basada en el libro '¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?', la obra se convirtió en una especie de pregunta ecológica global", apostilla.
JEAN-LUC CORNEC
Toshiharu y otros seres fantásticos
Antiguos útiles de cocina, piezas de bicicletas, latas, letreros, ventiladores rotos y paraguas perdidos. De estos y otros materiales se sirve la artista japonesa Natsumi Tomita, creadora de una fantástica y vívida colección de autómatas. ¿Por qué desechos? "Porque me gusta resucitar la basura en criaturas vivientes", explica Tomita, que siente fascinación por el pasado de cada elemento: "Todo objeto tenía un rol y un significado antes de ser tirado, y había sido usado por alguien. Esa historia me atrae". El animal de la imagen es Toshiharu, un mono con nombre humano que parece salido del país de Oz. Tomita siempre titula con nombre reales sus piezas, una llamada de atención sobre el valor de las pertenencias: "Si la gente tuviera un apego más especial por sus cosas, las usaría por más tiempo".
©Natsumi Tomita
Del disfraz infantil al jardín vertical
Hay un disfraz que cada vez se ve más en los carnavales infantiles: una bolsa de plástico de cuerpo entero decorada con pegatinas, dibujos o adornos al gusto de cada niño. Un recurso muy socorrido pero también una gran cantidad de plástico que, en cuento acaba la fiesta, va directo a la basura. La artista española Marta Sanmamed se propuso reutilizar todos esos disfraces y trenzar con ellos espectaculares jardines verticales, como su 'Campo de lavanda' de la imagen: "Los he llamado 'giardinos', como los de la Bienal de Venecia, que hicieron de primeros museos y eran espacios muy importantes", explica Sanmamed, cuyas obras acaban de ser expuestas en la Feria de Arte de Miami. La creadora, que es la primera vez que desarrolla un trabajo de este tipo, se muestra feliz por la labor divulgativa de su arte: "Trato de implicar a los niños explicándoles dónde van a acabar esos disfraces que han llevado puestos, todas las cosas que se pueden hacer con ellos", señala.
MARTA SANMAMED
Los tapacubos como obsesión
Una de las partes menos nobles del coche, el tapacubos, obsesiona a Ptolemy Elrington. Este artista inglés los recolecta y, sin adecentarlos un ápice, los convierte en animales que recuerdan a ingenios sacados de la mano de Da Vinci. "Mi trabajo está impulsado por mi relación con el concepto de valor", argumenta Elrington. "Vivo en una ciudad próspera y hay una gran cantidad de productos de calidad descartados. En un mundo de recursos limitados y gran pobreza, creo que es algo en lo que fijarse". Angulosos y plateados, la fauna del inglés conserva las abrasiones y arañazos que las piezas tenían al ser halladas. "Me gusta el mensaje que transmiten las obras: los productos no tienen necesariamente una vida única, pueden diseñarse para más de un uso", sentencia.
PTOLEMY ELRINGTON
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