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Jethro Tull

Jethro Tull tenía 67 años de edad cuando se murió. Era un granjero inglés que inventó una máquina de arar y escribió un par de libros de agricultura sobre los que planeó la acusación de plagio. Más de doscientos años después, doscientos veintisiete para ser exacto, actuaba en el Marquee de Londres una banda que se había apropiado del nombre del agricultor. Corría 1968 y Jethro Tull tocaba todavía de telonero para grupos como Procol Harum o Fleetwood Mac, aunque seguramente ya estaban dando vueltas a la bomba musical que harían estallar poco después del revolucionario mes de mayo de dicho año.

El apoyo de Chrysalis, sello discográfico de poca entidad en aquel momento, y su espectacular actuación junto a John Mayall y Cream en el Festival de Rhytm & Blues de Sunburry, propiciaron que This Was, su primer L.P., escalase puestos en Inglaterra de manera fulgurante, llegando la revista Melody Maker a colocarlos junto a The Beatles y The Rolling Stones.

Jethro Tull fue, para mí, Ian Anderson, un personaje que se sale de lo común tanto por su carácter como por su virtuosismo en tocar la flauta travesera, amén de su perfecto control del escenario.

Anderson nació en Edimburgo, Escocia, el verano de 1947 en el seno de una familia humilde, realidad social que quizás le generó una visión anarquista de la vida y el desarrollo de un fuerte temperamento. Admirador de la música folk, se inició tocando con una guitarra acústica y muchos de sus trabajos posteriores están trufados del sonido de las verdes praderas y una devoción nunca oculta por épocas pasadas.

Con estos mimbres, no resulta extraño que Jethro Tull, se pareciera más a una comuna hippie que a un conjunto musical estructurado. Ocho bajos, ocho baterías y otros tantos teclistas, son prueba más que suficiente de la movilidad funcional del grupo: pasaron por Jethro Tull, Tonni Iommi (Black Sabbath), Davy O’List (Nice), Glenn Cornick (Wild Turkey) y un largo etcétera de músicos que, al parecer, se abrasaban después de entrar en contacto con la llama de la personalidad de Anderson.

En 1969 se separaron The Beatles y murió Brian Jones, guitarra de The Rolling Stones, pero a Jethro Tull le fue mejor. Su segundo L.P. Stand Up arrasó en Inglaterra llegando a ser disco de oro en pocos días y marcando el camino del inconfundible estilo de la música del grupo. Anderson, disperso siempre, se dedicó en este año a grabar canciones sueltas, apuntándose la "gloria" de ser el primer conjunto musical que grabó un single en estéreo, alta tecnología reservada en la época sólo para los discos de larga duración.

Este año regresa al grupo John Evan, un teclista que admiraba la música clásica y que formó poco después, junto con Martín Barre y Barriemore Barlow, el núcleo duro de la banda. La colaboración, todavía eventual de Evan, sin embargo, comenzó a dar sus frutos: a principios de 1970 sale al mercado Benefit, un extraordinario trabajo que consagra definitivamente a Jethro Tull y que les coloca en el podio de los mejores conjuntos participantes en el festival de la isla de Wight, concierto que más que un acontecimiento musical ha pasado a ser el símbolo de la era de los hippies. Tocaron con enorme éxito compartiendo cartel con los Bob Dylan, Jimmy Hendrix, The Doors y The Who: el futuro de la banda estaba servido.

Anderson, en la cima de la gloria, llama a uno de sus mejores amigos, el bajista Jeffrey Hammond Hammond (a quién parece ser que no le gustaba el rock) y escribe Aqualung, una verdadera obra maestra del rock, que se publica en enero de 1971.

No contenta la censura con esta prohibición, suprime, así mismo, la presentación que escribe Anderson para el long play con relación a su segunda cara, titulada genéricamente My God, cuando las primeras versiones recortadas se publicaron en España; era muy fuerte que el hombre creará a Dios: "Al principio, el Hombre creó a Dios, y lo hizo a su imagen y su semejanza. Y el Hombre dio a Dios una multitud de nombres, que podría ser Señor de toda la tierra, cuando le conviniera al Hombre-"

Pero el genio de Anderson no iba a detenerse con esta particular visión de la religión. En febrero de 1972, Jethro Tull publica el primer disco (probablemente el único de la historia musical, hasta ahora) con forma de periódico.

Thick as a brick, la historia inventada de Gerald Milton Bostock, un niño vitriólico que gana un concurso literario de la B.B.C., se vende como churros en todo el mundo. El disco, una verdadera maravilla musical, recoge la quintaesencia de la música de Anderson y su particular concepto sobre el mundo que, atónito, veía como se retrataban sus lacras sociales con la más fina ironía.

Después del aldabonazo de Thick as a brick, Jethro Tull se embarca en una gira de enorme éxito que concluye con la publicación de Living in the past (septiembre de 1972) que recupera viejos singles y alguna canción en directo, cerrando, en mi opinión, la época más creativa de Anderson y su comuna. En enero del 73, el grupo se encierra en un castillo y da a luz A passion play, sonoro fracaso que hace enfrentarse a Ian Anderson con la crítica especializada y que decepciona a muchos de sus seguidores. A passion play, concebido como una obra teatral, se aleja del poderoso esquema musical de Jethro Tull, embarcándose en una serie de secuencias musicales que, sin el apoyo de la imagen, se convierten en reflexiones sonoras sin sentido. Anderson, cabreado, se autoexilia en EE.UU. donde permanece en completo silencio hasta principios de 1974, que regresa a la escena prometiendo conciertos en vivo.

Pero, aparte de declaraciones, Anderson se encierra a grabar y en octubre de 1974 aparece War Child, una excelente producción dentro del más puro espíritu de Jethro Tull, que revienta de nuevo todas las listas de la época. Como parte de la gira de presentación de este disco, precisamente, se produce el primer recital del grupo en España, un espectáculo musical espléndido en el que pudimos contemplar al mito de la flauta danzando sin parar por el escenario, mientras que Evan saltaba ante el teclado o fingía mear en el orinal que colgaba del piano durante las actuaciones, y un par de violinistas, ataviadas con trajes de falda larga, sorprendían a más de uno.

Parece que Anderson dará un nuevo concierto en España próximamente, pues este excelente músico escocés no ha dejado de cantar desde entonces, aunque para muchos de los que le vimos en aquel año de 1974, se nos paró el reloj entre los focos que alumbraron el estreno de las canciones de Hijos de la Guerra. Sin embargo, los viejos rockeros nunca mueren y, a pesar de los años transcurridos, todavía tiene sentido lo de Aqualung, my friend; todavía hay mendigos que sueñan con crear a Dios.

Pedro M. Martínez (octubre 2000) ©
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Artículo publicado originalmente en GACETA MUSICAL. 

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