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La campaña del Norte de África

A partir de junio de 1940, la Campaña del Norte de África se llevó a cabo en el transcurso de tres años, las fuerzas del Eje y los Aliados se empujaban de nuevo otros y hacia atrás a través del desierto en una serie de ataques y contraataques. Libia había sido una colonia italiana desde hace varias décadas y las fuerzas británicas habían estado en el vecino Egipto desde 1882. Cuando Italia declaró la guerra a los Aliados en 1940, los dos ejércitos empezaron escaramuzas casi de inmediato. Una invasión italiana de Egipto en septiembre de 1940 fue seguido por un contraataque de diciembre, donde las fuerzas británicas e indias capturaron a algunos italianos 130.000. La respuesta de Hitler a esta pérdida fue enviar en el recién formado "Afrika Korps", dirigido por el general Erwin Rommel. Varios brutal largo, empuja hacia atrás y adelante a través de Libia y Egipto llegaron a un punto de inflexión en la Segunda Batalla de El Alamein a finales de 1942, cuando el Ejército británico teniente general Bernard Montgomery octava estalló y expulsaron a las fuerzas del Eje todo el camino de Egipto a Túnez. En noviembre, las fuerzas británicas y norteamericanas desembarcaron miles de soldados en el norte de África occidental en la Operación Torch, que se unieron al ataque, con el tiempo ayudando a forzar la rendición de las tropas del Eje restante en Túnez en mayo de 1943, poniendo fin a la Campaña de África del Norte.

El anterior texto, así como la mayoría de los pies de fotografía estan traducidos automáticamente, pero creemos que se entienden bastante bien.

Cuantas disposiciones haya sido adoptadas antes del contacto con el enemigo forman parte de la estrategia. Todo lo que siga al primer sablazo es ya táctica.

Hasta aquí la consideración general. Ahora expongamos un caso concreto que nos ayudará a entender el distingo en acción. El caso escogido es una bien conocida batalla de 1942, que marcará el límite de máxima extensión de las fuerzas del Eje en África. Se trata de la primera batalla de El-Alamein.

La guerra en el norte de África fue un ir y venir de ejércitos entre Tripolitania, Cirenaica y Egipto Occidental, al albur de las ocasiones que se les iban presentando a los generales aliados, y el baile siendo ritmado y condicionado por las disponibilidades de recursos de los que podía hacer uso Rommel, el general alemán al que los soldados apodaban El Zorro del Desierto, por la inteligencia y sagacidad de sus movimientos. El Afrika Korps que él dirigía, a pesar del lastre que suponían las anticuadas divisiones italianas, menoscabadas sus posibilidades por sus déficits de la logística y sus carencias en medios de locomoción, era dueño de la inciativa en el combate, y ya fuera en la defensiva como atacando, lograba batir a las fuerzas aliadas.

Así se llegó, durante el verano de 1942, hasta las posiciones de El-Alamein, un apeadero de tren en el punto más angosto de la llanura costera, que quedaba bloqueada al sur por la depresión de Qattara. En este punto se pararon los aliados y se atrincheraron; en este punto agotó su empuje el ejército del Eje; los panzers alemanes tuvieron que detener su arrollador avance ahí.

Si hasta entonces la guerra había sido un continuo ir y volver siguiendo el eje Este-Oeste a lo largo de la costa, ahora los ejércitos se enfrentaban sin grandes posibilidades de maniobra: el italo-alemán agotado por la larga carrera, el británico agotado, exhausto y aferrado a una posición que, sabía, era la última que podía proteger Egipto (o mejor dicho: la Base Naval de Alejandría –elemento crucial para la guerra naval en el Mediterráneo– y el Canal de Suez –hilo umbilical de las colonias de Asia con la metrópolis–).

Auckinleck, el general al mando inglés, determinó cambiar las reglas de juego. Hasta entonces sus tropas (mandadas por generales más o menos competentes, O’Connor, Wawell, Ritchie…) habían tratado de luchar a la manera alemana (esto es: guerra de maniobra por los amplios espacios abiertos del desierto líbico), resultando siempre vencidos (o no acabando de ganar del todo nunca) en razón de la superioridad táctica que una y otra vez demostraban los aguerridos soldados alemanes. Auckinleck, sin embargo, dispuso en torno a El-Alamein una defensa constituida por sus fuerzas repartidas sobre el campo de batalla de forma que constituyeran núcleos de resistencia autónomos y mutuamente respaldados con espacio entre ellos para que pudiesen maniobrar entre ellos tanto las fuerzas blindadas alemanas como la reserva móvil con que esperaba contra-atacar. El dispositivo defensivo británico, así, formaba una malla de núcleos apoyados en el terreno con la misión de ser capaces de defenderse de ataques provinientes de cualquier flanco, no necesariamente por el frente propiamente dicho.

El General Auckinleck, en el ejercicio de su mando, dispuso las fuerzas disponibles para dar una batalla de desgaste, en el fondo bastante clásica y según las enseñanzas de 1916, entre la infantería fuertemente atrincherada con apoyo ingente de artillería de campaña y las fuerzas acorazadas del enemigo, reservándose sus propias divisiones blindadas para, en un asalto posterior al primer choque, liderar la carga (a modo de la caballería clásica) para acabar de dislocar el dispositivo enemigo y alejar (o terminar con) la amenaza que se se cernía sobre Alejandría y El-Cairo.

La estrategia de Auckinleck, su planteamiento y las órdenes que dio afín de recibir el empuje alemán, fueron básicamente acertadas. Hasta aquí la estrategia.

Cuando las divisiones italo-alemanas fueron reaprovisionadas y retomaron el asalto, viéronse sumidas en un laberinto de posiciones intomables entre las cuales echaron a correr, recibiendo fuego a casa paso y desde todos los azimuts, sin lograr desbaratar el sistema defensivo británico, que repelía ataques desde todos los frentes, a la gallarda manera de los cuadros de la época napoleónica. La artillería de campaña y los aciertos de la antitanque atajaron la punta de lanza alemana. El entramado artillero, protegido por la infantería, cortó en seco su empuje.

Y siguieron luego las brigadas motorizadas inglesas que empujaron a las fuerzas atacantes y desbarataron el frente de divisiones de infantería que, carentes de medios de locomoción, poco apoyo pudieron prestar a su punta de lanza blindada. Pero ya todo esto es táctica.

Fue la excelencia estratégica, el modo en que el general dispuso la batalla (escogiendo el lugar, escogiendo el tempo, sorprendiendo al enemigo con un planteamiento diferente al usado hasta entonces), la que venció a la excelencia táctica de los alemanes de Rommel.

Luego llegaría Montgomery. Y en octubre se libró la segunda batalla del El-Alamein, con la rotura del frente definitiva que acabaría de dar un vuelco a la guerra en el desierto.

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